El padre Andrés Rosa nació en Avigliano, en la provincia de Potenza, al sur de Italia, que con Matera
conforman la histórica región de la Basilicata, el 16 de octubre de 1918, en el hogar formado por Tomás Rosa, modesto comerciante en artículos de cuero, y María Luisa Summa, modista y costurera. Aprendió de su padre las primeras lecciones de música.
Muy joven llegó a Colombia, en 1929, en donde se integró en la comunidad salesiana, y se ordenó
sacerdote en 1939, en Mosquera, Cundinamarca. Se especializó en Teología y en Filosofía, obteniendo su título en Medellín. Paralelamente estudiaba música en el Conservatorio Nacional, entre cuyos profesores tuvo a Jesús Bermúdez Silva, sobresaliente músico colombiano. Estos estudios le brindaron al padre Rosa una sólida formación musical que le permitió abordar las grandes formas, y le allanaron el camino de la composición y la nobleza de la inspiración que da la disciplina clásica. Su instrumento predilecto lo fue la flauta, en cuya ejecución descollaba, pero no le eran ajenos otros instrumentos de los que se servía bién, entre ellos el piano y la tuba. El 3 de febrero de 1959 la comunidad lo destacó en el Colegio Salesiano San Medardo de Neiva, y en 1960 fue nombrado director de la Escuela Departamental de Música, entidad que se fundó en 1950 como Conservatorio Departamental de Música. De ahí en adelante la capital del Huila fue su patria chica hasta su muerte, ocurrida el 10 de noviembre de 2003, y se beneficiaria de su potencial artístico, y en general, de su carismática personalidad.
En Neiva instituyó los Viernes Culturales, eventos musicales, de los cuales se realizaron más de 2.000, entre 1960 y 1973, año en que el padre Rosa se retiró del Conservatorio. Fundó los Coros de la Escuela Dptal. de Música que animaron la vida musical neivana de la época, y sus logros se consagraron en dos discos LP de la disquera Codiscos, de Medellín. Su presencia y su dinamismo sacaron la enseñanza de la música de la modorra y aislamiento como se desenvolvían entonces, y las actividades del plantel de enseñanza musical se tornaron proverbiales en el sentir del pueblo neivano. Compuso gran cantidad de música, de excelente factura, en las formas clásicas, y no rehuyó las formas populares colombianas, los villancicos, algunos de los cuales son clásicos del género, que también plasmó en varios discos. No hay que olvidar, entre sus haberes, un extenso Tratado De Filosofía, que por aquella época la comunidad salesiana adoptara como libro de enseñanza y que da fe de su gran poder intelectual.
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